“Silencio…absoluto,
era lo que reinaba en aquel espacio abierto, extraño quizás, que lo
único que se escuchara fuera silencio, pero así era, a pesar que
aquel hombre hablaba a gritos no se escuchaba su voz, puesto que lo
que gritaba lo hacía con la mirada, lo hacía con su mente, clamaba,
llamaba y pedía perdón a alguien en el más absoluto
silencio…apenas se escuchaba el recorrer del agua entre las altas
peñas del río, apenas si era audible el leve canto de algunos
pájaros que volaban en lo alto, más el rostro de aquel hombre
gritaba. Quizás no tenía voz para llamar a gritos, o simplemente se
condenaba a sí mismo con el silencio que emanaba de su alma, las
palabras rehuían salir de sus labios, por más que lo intentaba tan
sólo sus ojos hablaban…decían muchas cosas, entre otras dejaban
transmitir un hondo dolor, como un pozo en mitad de un desierto, como
si sus ojos negros expresaran la nada que sentía en su alma.
Aquellos ojos decían que estaba arrepentido de muchas cosas, que le
dolían los recuerdos del pasado, y que cuando la tenía frente a él
todo volvía a nacer de su eterna mirada, sin palabras, tampoco las
necesitaba, nunca nadie había hablado tanto con una mirada…aún
así sus labios deberían decir lo que su mirada transmitía, hubiera
sido el nexo perfecto, los sentimientos y las palabras, la mirada
auténtica junto a una hilera de letras con el sentido de contar el
absurdo de estar amando…esa mirada se volvía tierna, oscura,
pasional, melancólica, esquiva, penetrante, verdadera, esquiva, y
como no las lágrimas escribían su historia junto a los besos que se
escapaban de sus labios, uno tras otro iba recorriendo un trozo de
piel que quedaba al descubierto tras una de aquellas hermosas
miradas, no hacía falta nada más, ni tan siquiera las palabras
mágicas, todo se difundía en aquella mirada…más sus labios
intentaban una vez más pronunciarse, intentaban formar sonidos para
que el silencio no fuera algo tan pesado en aquel sitio, pero no se
daba cuenta que a veces hay quién entiende esas miradas, quién las
interpreta, quién las responde, quién las aguarda, quién las
espera, no aún, no se había dado cuenta, que hay quién no necesita
más palabras que una de esas miradas. Si pudiera expresar lo que
sentía sonaría a dulce tranquilidad, a soledad deseada, a un dulce
tormento al recibir sus miradas, sí, si dijera las palabras sonarían
a ojos cerrados, a sentir con el alma… era el momento de devolver
el tiempo al universo, porque todos los caminos conducían a un mismo
sitio, conducían a borrar todo lo que no era para estar junto a la
persona que un día le dijo: quiero estar contigo. Hoy el silencio le
decía que era la hora de expresar con palabras aquellas miradas, en
ella se podía ver un amor infinito, un anhelo de tener miedo porque
ella desapareciera, la incertidumbre de no saber si era realmente el
tiempo de los dos, pero también se veía sin duda alguna que él
sentía un mundo, y que ese mundo nacía de aquella otra mirada…puede
que las palabras no salieran, no brotaran de sus labios, puede que su
alma y el silencio hubieran hecho un pacto, puede que hoy haya
hablado más con aquellas miradas que diciendo un Te Amo…sí,
quizás a veces el silencio bien interpretado es la palabra que tanto
necesitamos…