Donde los sueños tienen cabida siempre, acá donde el alma nace, se reproduce, crece, y de vez en cuando muere, siempre en las alas del amor que te da el alma, sencillamente viviremos los sueños...
miércoles, 21 de junio de 2017
CEGUERA IMPUESTA....
"La tarde rielaba el horizonte rojizo, unas nubes que compartían el mismo color que el sol dibujando un cielo idílico, perfecto para su estado de ánimo, entre furioso y cansado, era como volver al pasado, como si todo lo que un día había conseguido borrar regresara de repente a su vida, a su corazón, a su alma...
La tarde invitaba al regocijo, al pensamiento, a estar en paz consigo mismo, pero no era así, se golpeaba mentalmente, intentaba no pensar en lo ocurrido, pero la verdad es que le era imposible...
La tarde acompañaba su soledad, desértica delante de sus ojos, inmensa, acercándose al anochecer, esos tonos rojizos diluyéndose poco a poco frente a sí, como si le avisaran que todo tiene un fin y un principio, que cuando acabara el atardecer, esos mismos colores volverían al amanecer y la vida seguiría como cada día...
Languidecía lentamente la tarde, apocándose casi en su totalidad, desdibujando un sol que comenzaba a hacer más patente la presencia de la luna, de las primeras estrellas contrastando con los últimos tonos casi violetas del fin de la noche...
Su pensamiento ahora más tranquilo volvía a lo ocurrido el día anterior, otra vez casi lo mismo, otra vez su desesperación silenciosa se encontraba con una verdad, única e irrevocable, ella no lo quería, era la única verdad que no había sido capaz de asumir, pero no había otra explicación, de lo contrario le hubiera explicado porque él no podía respirar, porque su necesidad de estar a su lado era tan grande y la de ella era inexistente...
Era cierto solo había una verdad en su vida y era tan sencilla como complicada, la mujer que tanto amaba no existía más que en sus fantasías, en las mentiras del inicio, en el comportamiento que él creía real, pero su miedo a perderla había conseguido alejar todo hasta el último día, hasta ese final que estaba escrito desde el primer el día...el de su ceguera...
Hoy había comprendido que no hubiera sido necesaria esa conversación pasada si él hubiera sido un hombre capaz y valiente, si se hubiera ido antes, si hubiera visto que ella solo lo usaba de puente para conseguir sus objetivos, que ayer había sido el día más triste de su vida, y no en sí mismo porque ella se hubiera ido, lo hubiera dejado, no, lo había sido porque se dio cuenta que era un pobre iluso que había vivido del aire, de las mentiras, de los restos de los besos de ella, de los restos de latidos que de vez en cuando compartían y que él, solo él, sentía...
Lo único que se reclamaba así mismo era la enorme ceguera que había vivido, que no había querido darse cuenta que ella no lo amaba, era cierto que lo quería, que le tenía cariño que por eso de vez en cuando se apiadaba de él y lo dejaba hacerle el amor, e incluso de vez en cuando lo acariciaba con amor...pero no con el amor que él necesitaba, no con el amor, que él sentía, desgraciadamente solo era un cariño profundo porque no se había portado mal, pero tampoco se había portado bien, si hubiera sido un hombre de verdad, hubiera asumido la situación y la hubiera dejado libre él, no hubiera esperado hasta el último día, hasta el último segundo, hasta que ella no había podido soportar más la situación, la absurda sensación de que era más un hermano que un amante, que un marido, que un compañero, la verdad es que él había querido morir con aquellas palabras pero tampoco podía culparla, había intentado tantas veces decírselo y él no la había dejado...
Era mejor estar ciego que solo, sin ella, sin sus sonrisas al despertar, sin su continuada cháchara diaria, sin sus riñas, sin esa forma algo tonta de acariciarle la mano mientras veían una película, un día más y otro sin que se fuera, eso estaba bien...
Pero en realidad se notaba en el aire la falta de ilusión de ella al mirarlo, no lo miraba como a aquellas películas que le incendiaban el alma, no sonreía como tonta cuando los protagonistas se divertían ni lloraba al separarse...ella buscaba en las películas lo que no tenía en casa, y él seguía ciego a la falta de amor de todo, su egoísmo complementaba todas las carencias de ella, no quería ver como se iba apagando cual vela....
Porque prefería vivir a su lado a pesar de ella, a pesar de sus necesidades, porque él tenía suficiente, no le importaba cuánto daño hubiera por medio en todos sus defectos, en todo lo que pedía a gritos y él le negaba, porque su maldito egoísmo la mantenía a su lado a un precio alto...pero él era ciego...
Quizás no lo era, quizás quería serlo, pero estaba agotado para seguir en otra dirección, para empezar en otro sitio, en otra cama, en otros ojos, en otras manos, quizás porque las que deseaba no estarían a su alcance y porque era cómodo vivir con ella y con su vida...
Quizás en algún momento a ella le asalto la necesidad de vivir de verdad, de sentir de verdad, de escapar de una prisión donde vivían las mismas personas, la misma rutina, una y otra vez, sin que él le importará si quería o no, porque ella estaba ahí, presa de sus caprichos, de su egoísmo, de sus necesidades, de su ceguera, daba igual que estuviera apagándose cuál vela...
Quizás una noche en mitad del sueño, había abierto los ojos y descubierto que ella no estaba a su lado, que había preferido una lectura para reponer el sueño, a las caricias que pudiera necesitar porque él tampoco se las ofrecía, ya tenía todo lo que quería, al fin y al cabo no se iba...
Quizás todo lo vivido con ella no había importado tanto, quizás sus llantos desgarrados no lo habían conmovido lo suficiente, quizás sus súplicas implícitas tampoco le habían llegado porque él estaba demasiado ocupado en sí mismo...
Quizás la conversación de la pasada noche debería haber ocurrido hace demasiado tiempo pero ella había esperado hasta el último momento, hasta que no le quedará ni una gota de sangre por entregar en esa relación que significaba cosas diferentes para los dos...
Quizás ambos se merecían aquel final, quizás si no hubiera estado ciego podría haberlo evitado, lo que estaba claro y sin ningún quizás de por medio es que él se había ganado a pulso sus palabras, su amarga despedida y su breve adiós.
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