lunes, 14 de noviembre de 2011

EL GUARDIÁN...


 - No llores...
Ya no importa nada, el tiempo está detenido en aquella extraña mirada, que se aísla completamente del mundo y que sólo entrega sus lágrimas; no escucha otra cosa que no sea el silencio prolongado, perdido en sus propios recuerdos; perdido dentro de un alma que incluso parece muerta; perdido en las lágrimas que derrama; perdido en todo lo que es y será aquella mañana; realmente el tiempo parece detenido puesto que ya no importa nada.
No entiende cómo pasó todo aquello, cómo no se dio cuenta que lo que había pasado no era lo que tanto había deseado; no se dio cuenta que a veces querer no es suficiente, ni siquiera se daba cuenta de la persona que le decía despacio: No llores...
 No era consciente de los errores ni de los aciertos, no era consciente ni de su propio cuerpo, había olvidado por un momento que debía salir de la caverna eterna;- ¿desde cuando estaba allí?- sólo la luz de un candil lo acompañaba en sus momentos de soledad en aquella extraña caverna en la que estaba confinado desde aquella mañana en la que perdió el rumbo del olvido, no sabía porqué lo había perdido, o quizás sí,  pero es que él no tenía derecho a vivir; él era el guardián de la caverna de la eternidad.
Él era quien debía dar el agua al sediento y explicarle el motivo de su sed mal hallada, él era en definitiva el encargado de que la luz del candil no se extinguiera para que  el avariento sediento la encontrara siempre; sólo que aquella mañana  había encontrado a alguien que le quitaba la sed a él; y por un momento creyó que tenía el derecho de  salir de la caverna y ver el sol, por un momento pensó que él también tenía derecho de volver a sentir, quizás hasta de recuperar los sueños, o tan solo de volver a mezclarse con la humanidad. La consecuencia de este acto se ve en las lágrimas que derrama.
Aquella mañana sabía lo que era realmente un corazón partido por un alma  entregada; había visto venir a aquella mujer lentamente (no era nada espectacular ni particular, sólo sus ojos a veces se convertían en pozos insondables como si no sintiera nada). Era difícil ubicarla, no sabía qué agua darle, porque aquellos ojos parecían realmente saciados. -¿Sería posible eso?- Nadie, ningún humano había descubierto el secreto de no tener sed nunca.
Sin embargo aquella mujer venia canturreando , hablando con ella misma ,parecía que tenía un enorme vacío  y al mismo tiempo el vacío  era él; porque ella parecía llena de todo lo que era  un alma cuidada y perlada con aquellas hermosas lágrimas. También  lloraba, sí, eso hacía mientras caminaba y cantaba, y sonreía al mismo tiempo, como si todo lo necesario de la vida se congregara en ella.
 Él por primera vez se dejó ver a lo largo de los siglos, la curiosidad por saber quien era aquella alma lo hizo salir de su lugar fijado; y ella vio a aquel hombre con aquella túnica y aquel candil en la mano, ilógica imagen si tenía en cuenta que era de día y sin embargo ni siquiera pestañeó por verlo con un candil encendido en medio de  un desierto alumbrado por aquel abrasador sol.
Su rostro era demasiado pálido para ser un dueño de los desiertos, demasiado frágil para ser un tuareg de aquellas tierras, demasiado sabio para ser un hechicero de tribus, demasiado hombre para ser real, porque era un conjunto exacto de lo que cualquiera pudiera soñar, y sus ojos eran tan expresivos que hacían temblar; de  un tono grisáceo como de nubes en tormentas; realmente parecía que en su fondo se confrontarán tormentas y calmas a partes iguales.
Ella le dijo: No llores...
El hombre hasta entonces no se había dado cuenta que lo hacía, pero ese era el motivo por el que la caverna estaba siempre inundada de agua, estaba regada por sus lágrimas, y ni siquiera sabía que era eso, ni porqué lo hacía , ni el sabor que tenían. Aquel día sería bendito o maldito para él porque iba a conocer el significado de los motivos por los que lo hacía; ella  dejaría que entrara en su alma, en sus pozos vacíos e insondables, en el corazón que latía pesadamente como si fuera costumbre olvidada, dejaría que averiguara lo que tenía y él encontraría a la única persona que no tenía sed en la vida.
 En mutua armonía se miraron a los ojos para ver realmente el fondo;si los ojos son las ventanas del alma, aquellos dos pares parecían el cráter de un volcán añejo en miles de batallas donde la lava había conseguido congelar hasta el más mínimo de los deseos; cronometrados ambos en dejarse ver, se habían desnudados uno frente al otro, sin esconder ni la más mínima de las vergüenzas; por primera vez los dos eran libres de decir a los cuatro vientos que es lo que sostiene su alma sin tener que limitar el uso de ella, para no parecer un extraño en brazos de alguien tan extrañamente normal.
 Sí por primera vez ambos eran conscientes de lo que veían en los ojos del compañero que tenía frente a sí, sin miedos, sin armaduras, sin barreras, sin caretas, sin disfraces, simplemente con el olor del corazón y el sabor de aquello que un día conocieron como ¿amor?  -¡tantas formas de sentirlo y tan limitado algunos humanos excepto ella!-
 Él descubrió que ella era inmune al deseo de beber puesto que su alma realmente estaba plena con lo que sentía dentro de sí misma, se conocía tan bien que no  necesitaba nada más que hablarse a sí misma para averiguar que sentía, nunca mentía ni se mentía era el gran secreto que guardaba bajo la armadura; sin embargo a veces  había callado para no dañar, había guardado secretos que la habrían colocado en el primer lugar; pero a ella no le gustaba ser la primera, más bien la última de la cola, esa que nunca se ve ni se siente; esa que a veces pierde el norte para que otros lo encuentren por sí mismos.
Aprendió que ella se había cerrado para el amor y que era paradójico puesto que amaba tanto que era inútil el intento de negarlo, pero había conocido el verdadero significado de aquella palabra, ella sí sabía lo que era, y no se quedaba en los cuentos ilusos creados para enamorarse, no, ella sabía que era aquello, insólito un ser humano completo.
 Sólo había bastado mirarlo para saber que era el guardián de la caverna, sabiendo que era el dueño del beber, sabiendo que él era quien podía tener el tiempo bajo sus pies, aún  sabiendo que él no tenía corazón; aún sabiendo que su alma estaba entregada al sacrificio de los demás, aún sabiendo que la curiosidad hacia ella haría que este encuentro terminara de una forma extraña, ella sabía amarlo, es decir, sabía perdonarlo.
Nadie podía conocer su secreto, ni su existencia, en realidad él era una leyenda, un cuento, una fábula, él era todo eso, pero ante todo era un sueño real y ella había descubierto su secreto, porque él había sentido la necesidad de verla de cerca, de tener sus ojos a la altura de su alma, porque sería la única vez que conociera a una persona que pudiera entenderlo y no recriminarle ni preguntarle, no decirle, no pedirle, no rogarle.
 Al mismo tiempo se dio cuenta de su error, demasiado tarde...no dependía de sí mismo para dejarla ir, no podría, eso rompería el orden establecido, y ella lo veía en sus ojos y también veía sus lágrimas, y nuevamente repitió: -No llores...no pasa nada, sé lo que eres desde que apareciste, sé lo  que representas, y sé que tendré que dejar la tierra...no te preocupes sé que el final está cerca...no me dolerá tranquilo, shhhhh, es más fácil de lo que piensas, sólo dame agua de tu boca y yo beberé-
Era la sentencia del olvido, si él  hacía eso ella olvidaría quien era, olvidaría su propia existencia, olvidaría todo. Era lo correcto, él lo sabía pero  perdería la única alma que él desearía,  perdería a la única persona que sabía amar de verdad, entonces perdería ella toda su vida; tendría que empezar de nuevo, y su alma sería evaporada en el pozo eterno, condenada a nunca más salir; sino a estar allí prisionera para que nadie pudiera poseerla jamás; sería al final un alma evaporada, y muerta hasta el final.
Ella acercó sus labios a los de él y besándolo realmente como mujer bebió hasta acabar con la sed que alguna vez sintió. Y él indefenso ante el sentimiento y el deseo la dejo hacer, sabiendo lo que eso significaría...
 Ahora  está ahí sólo, diciéndole al tiempo -No llores...ya está todo hecho, no hay  nada más-, al menos su alma me acompañará eternamente y su recuerdo en mis labios serán la sed para el amante y el amado,  el calor de su cuerpo en el mío será la sed del deseo consumado y prohibido,  la sed será la condena de aquel que nunca supo querer, que nunca se perdió en unos ojos, que nunca averiguo que es lo que se siente cuando tu mano llegan a un corazón y a un alma.
La sed es el castigo para aquel ciego que nunca ve, por eso él lleva el candil, y por eso nadie entiende que es la sed, porque nunca se sacian al beber. El día que te duela el corazón por romper el alma sabrás que esperar es el don de la sabiduría, querer esperando que un día aquella mujer recupere su alma para estar con él, mientras tanto dará de beber a todo ciego que sólo quiero beber sin más, como siempre la humanidad seguirá siendo una egoísta y ciega que nunca sacia su sed, y el guardián de la caverna, siempre tendrá lágrimas para regarla, porque el ser humano nunca cesará en la avaricia de cada día desear más…

2 comentarios:

  1. Magnífico!, me ha encantado especialmente chuliña!, un besiño ;)

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  2. vayaaaaaaaaaa!!! ya puedo comentar! yujuuuuuuuuuu uyyyyyyyy q guay!

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